V FESTIVAL CINEMISTICA EN EL CORAZÓN DEL AMAZONAS: IQUITOS (PERÚ). 14 NOVIEMBRE 2018 Café Frutama

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«Tanto se ha escrito, contado y cantado sobre Granada, que resulta difícil hablar de ella sin caer en tópicos.

Los viajeros del siglo XIX encontraron en Granada una encarnación de los ideales estéticos del romanticismo: una ciudad exótica y decadente, llena de leyendas y misterio. Los palacios de la Alhambra, los ecos de su antiguo esplendor, el folklorismo de los gitanos… hicieron volar su imaginación y forjaron tópicos que aún persisten en el imaginario colectivo.

Granada tierra soñada por mi…
El mexicano, Agustín Lara, compuso la célebre canción sin haber visitado siquiera la ciudad.

Granada es una ciudad intimista, de patios y cipreses, de tabernas y conventos. Es al mismo tiempo: provinciana y cosmopolita, festiva y melancólica, sensual y ascética. En ella conviven el flamenco y el rock, los retablos y los grafittis, la ciencia y la superstición, la geometría y el caos…Igual que el agua, parece capaz de tomar cualquier forma sin perder su esencia.

Pero más allá de lo aparente, la verdadera ciudad parece estar oculta: Se intuye a cada instante dentro de sí misma. Y ese misterio, ese susurro confundido en el rumor de sus fuentes y en el silencio de sus muros, es lo que cautiva los sentidos y arrastra el espíritu.

Granada invita a la contemplación, casi obliga a ella. En un juego de espejos, nos apropiamos del paisaje y el paisaje se apropia de nosotros:
La ciudad se convierte en un estado de ánimo.

Una vez me preguntaron en qué se parecen Granada e Iquitos. Lo más fácil hubiera sido responder: “en nada”… Pero no hubiera sido la respuesta más honesta.

Ambas tienen un magnetismo poco común. Tienen un espíritu y, si estamos en el terreno de la mística, se puede hacer el ejercicio de abandonar las ataduras del tiempo y el espacio -Abolir el tiempo- y viajar por la memoria de las ciudades, barajar los instantes como si fueran cartas y repartirlos al azar sobre la mesa.

José Val Del Omar. Cineasta experimental, poeta visual e inventor granadino podría ser nuestro maestro de ceremonias. Nuestro Virgilio.

Ahora, cada parpadeo es un fotograma.

Estamos en la plaza de armas de Iquitos, no diré la fecha porque el tiempo no existe, el teatro Alhambra está ardiendo. Atravesamos el telón de las llamas y al otro lado descubrimos que nieva suavemente. Los reyes nazaríes de Granada, en los palacios de la Alhambra, se preparan para el exilio. La ciudad ya rendida al ejército cristiano. No muy lejos, en el campamento de Santa Fe, Isabel la Católica acepta financiar el viaje imposible que le propuso un tal Cristóbal Colón.

Termina la conquista de un reino e inicia la conquista de un continente.

Todos los días, en la pastelería «Casa Isla» de Santa Fe, la reina se confiesa con Torquemada mientras comen piononos y toman chocolate traído por Colón. Al fondo de las tazas se dibujan los gritos de los herejes condenados a la hoguera.
La hoguera…
Volvemos a atravesar las llamas. Ahora estamos en el río Putumayo, todavía arden los cuerpos de los indígenas que no completaron su cuota de caucho; al día siguiente serán enterrados entre los pueblos de Víznar y Alfacar, junto a un maestro cojo, dos banderilleros anarquistas y un poeta.
El poeta se llama Federico García Lorca. Lo encontramos organizando con Manuel de Falla el primer Concurso del Cante Jondo, canto primitivo andaluz.
En una vieja casona del Malecón suena un cante flamenco, la voz dibuja arabescos como una mariposa de fuego en la oscuridad, va pulsando las raicillas de la emoción más honda… El canto se transforma en un icaro y el icaro se va estampando en la tela… Los patrones de los kené shipibos son un mapa del universo, igual que los mosaicos de la Alhambra.

La matemática es sagrada. La geometría es una ventana a la transcendencia.

Tras la ceremonia ayahuasca, San Juan de la Cruz, el poeta místico, planta en los Jardines del Carmen de los Mártires el primer ciprés lusitánica traído desde el nuevo mundo. El árbol, símbolo de la inmortalidad y del ascenso del alma, seguirá en pie hasta nuestros días.
Buscando la sombra hemos llegado al patio de los Arrayanes. Aquí la torre de Comares se refleja en la alberca con tal nitidez que parece sostenida en el aire por su propio reflejo. Es una metáfora de la dualidad: lo tangible y lo intangible, lo mutable y lo inmutable, el cuerpo y el espíritu.

El mármol fluye y el agua se detiene. El patio desaparece, queda tan solo el agua. Con la misma nitidez, la selva se refleja en un río de aguas negras.

Aquí termina y comienza el viaje, en un lugar indeterminado entre Granada e Iquitos, entre Rabat y Marsella, frente a una pantalla de cine.

Si el arte es vehículo de lo trascendente y alimento del espíritu… Acomoden sus sentidos, la mesa está servida.
Bienvenidos a Cinemistica.»